jueves, 11 de septiembre de 2008

Pepa

Uno tras otro, los clientes pasan por caja, pensando en sus problemas cotidianos como ir a recoger a los niños, pagar la hipoteca, la pelu, la comida y lo mal que se está en tiempos de crisis.
Sí, esa crisis, el único tema de conversación que tienen con Pepa.
Esta mañana se arregló el pelo, raro en ella, y nadie, ni sus compañeras, se percató de ello. Simplemente la miraron con esos ojos vacíos de interés por su persona y murmuraron "¿cuánto es?". Ni siquiera cuando ella canturreaba alguna canción de Julio Iglesias, su favorito, y les decía alegremente "¡Buenos días!" se dignaban a responderla con un sencillo "hola", un mísero y seco "hola"...ni eso.
Día tras día lo mismo. Buenos días sin respuesta, "¿pero ve a qué precio están los huevos?", y al ir a responder, la clienta ya estaba recogiendo las bolsas y saliendo por la puerta.
Pepa se acabó acostumbrando a ser más callada, menos amable, total, nadie la respondía, nadie le hablaba o le agradecía su buen humor. Se limitaban a despreciarla, pero ella prefería no tomarles enserio.
Lo peor llegó cuando una madre y su hija decidieron ponerse en su caja, y justo al llegar a su altura, aquella mujer de grandes pechos y pelo teñido de rojo gritó señalándola con el dedo:
"¿Lo ves hija? Si no quieres ser como ésta debes estudiar"
Fue la gota que colmó el vaso.
Una cosa era aguantar a maleducados, a divas, o a ancianos con mucho tiempo libre y muchas ganas de hablar en mitad de cola, pero eso era intolerable.
Pepa se levantó, dejó la caja abierta y se subió en su silla.

Me he cansado - gritó.
No soy licenciada, no tengo carrera, es más, no puedo decir que haya conocido mundo, como mucho he viajado a Lanzarote con mi marido una vez hace tres años. Tengo 2 hijas, las dos estudian, una está en primaria y la otra acabando la ESO ¿y saben qué le digo yo a mi hija mayor? que estudie porque debe formarse, pero si ella fuese cajera, como su madre, me sentiría orgullosa porque hace algo en la vida, gane más o gane menos, pero trabaja para ganarse su sueldo dignamente.
Yo no tengo don de palabra, por no tener no tengo ni carnet de conducir, pero me encanta leer, me gusta la historia, la política, hacer sudokus, pasear con mi perrita por el parque, contar estrellas y leer a mi hija pequeña antes de dormir.
Si por ser cajera de supermercado ustedes creen que soy mediocre, ¡adelante!, créanlo, porque yo sé perfectamente que puedo sentirme orgullosa de lo que hago. Si educan a sus hijos enseñándoles qué trabajos son dignos, y qué trabajos no lo son, por mucho que lleguen lejos serán pésimas personas y para mí, señores, ¡eso si que es ser mediocre!
Puede que por esto que estoy haciendo me despidan, pero no me importa, porque llegaré a mi casa sabiendo que hice lo correcto, algo que mucha gente no puede sentir porque vive pegada a su cartera y a su cobardía.
Buenos días, mi nombre es Pepa, tengo 54 años y soy muy feliz.

Una oleada de aplausos se extendió por el supermercado.
Pepa bajó de la silla, sintiendo una fuerte presión en sus varices, se colocó el moño y extendió su mano hacia la mujer del pelo rojo, la cual se había quedado mirándola atónita.

- Son 23 con 50, señora.
Y aquella tarde, al llegar a su casa, el marido de Pepa no supo descifrar el significado de esa mirada brillante en los ojos de su mujer.

*(Para escribir la entrada de hoy me he inspirado en un artículo que leí en la revista Pronto que regalan con el periódico de Salamanca, "La Gaceta", que relataba la historia de una cajera inglesa que se había cansado de los desprecios de sus clientes, dedicándose a escribir un blog donde da lecciones de educación. Eso la ha hecho muy famosa y lo mejor, ha conseguido ser respetada por sus clientes. Va dedicado a ella.)

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