viernes, 21 de noviembre de 2008

Más allá de la relatividad...

Se sentó en la silla y sacó un cuaderno. Estaba nervioso, era el primer día. Su jersey a rayas destacaba entre las 97 camisas de sus compañeros. Con cariño acarició su pluma, cerrando los ojos, sintiendo las letras grabadas en ella: "Para mi nieto", y esperó ansioso a que llegara el profesor al aula y comenzase a explicarles los entresijos de la física, las matemáticas, la química, el álgebra...
Y ese momento llegó y escuchó maravillado cómo aquel señor lo sabía todo, o casi todo. Un ingeniero de pies a cabeza.
Y con qué ganas quería empezar a estudiar, a conocer las leyes del mundo, la verdad más allá de las creencias...
Pero por dentro sentía...sentía que su corazón se había dado la vuelta y no sentía.
Y él no entendía qué estaba ocurriendo.
Lo había conseguido, había entrado en la carrera, su sueño iba a cumplirse, pero a medida que pasaban los días y las clases, veía como algo dentro de su pecho se negaba a aceptar aquello.
Entonces, un día, recogió su cuaderno y su pluma y se fue. No volvió.
Pasaron lista y su voz no volvió a resonar diciendo "Yo".
Porque supo, antes de que fuera tarde, que un poeta no puede aceptar un mundo que no ve.

Porque las matemáticas, la física o la química son ciencias esenciales para poder vivir.
Pero no te hacen sentir plenamente humano.
Porque no te enseñan a luchar por un ideal, a emocionarte con una caricia cuando hace frío, a comprender una mirada que quiere decir muchas cosas en muy poco tiempo o simplemente, a sentir amor.
El corazón no entiende las ciencias exactas, por eso es reversible, cambiante, fluido...
Y un poeta necesita soñar más allá de la relatividad.

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