martes, 11 de marzo de 2008

11M


"Nunca fue mi intención irme sin despedirme. Ya sé que la noche anterior habíamos tenido una de nuestras discusiones más fuertes, pero cuando me desperté aquella mañana para ir a la universidad y te vi dormido, a mi lado, sentí unas ganas tremendas de quedarme allí, acurrucada bajo las sábanas contigo. Aún así me levanté, me puse unos pantalones negros y la blusa blanca que me regalaste en mi último cumpleaños. No sé por qué, pero algo me dijo en ese momento mientras me vestía que no fuese, que me quedase perdiendo aquella mañana en la cama haciéndote cosquillas."


"Perdóname. No puedo creer que haya pasado tanto tiempo y mírate, 5 añitos recién cumplidos.

Sigues igual de preciosa, con tu pelo rizado y esa fantástica sonrisa que me volvía loco. Perdóname por no haberte enseñado a caminar, ni haberte escuchado decir tus primeros intentos de palabras, ni haberte llevado de la mano al colegio, mi tesoro, perdóname por no estar ahí cuando llorabas y cuando aplaudías, perdóname porque has tenido que crecer sin mí."



"Recuerdo que ese día te iban a dar un premio en tu colegio. Mamá te estuvo peinando durante horas y tus trenzas no duraron del baño a la puerta de la cocina, y tú y yo nos reíamos mientras ella refunfuñaba. Luego papá nos llevó a los dos en el coche, primero me dejó a mí y me despedí de ti dándote un beso en la frente. Ese día no te limitaste a sonreírme, me diste un abrazo y entonces pensé que eras la hermana más bonita que me había tocado en la tómbola del mundo, ojalá no lo hubiese pensado, ojalá te lo hubiese dicho".


Aquel día los tres tomaron un tren junto a los demás viajeros.

Aquel día se quedó grabado en la memoria de todos los españoles.

Aquel 11 de marzo de 2004 las familias, los amigos, las parejas, los sueños, las ilusiones, el futuro, el sentido de la vida, el amor y la esperanza quedaron convertidos en cenizas.


Ella nunca volvió a su cama, nunca pudo decirle a su novio que le amaba y que sentía haber discutido. Se llevó con ella su corazón y su ilusión, rompiendo en miles de pedazos los motivos que él tenía para vivir.

Él quería a su hija. Con sólo un añito ya imaginaba cómo le enseñaría a andar, y a montar en bici, y lo guapa que sería de mayor, y el miedo que le daría verla crecer y salir con chicos. Para él su pequeña era el motivo que le hacía despertarse cada mañana, para ella, su padre era el hombre más maravilloso de la faz de la tierra, pero alguien se lo arrebató para siempre.

Él quería ser periodista. Desde que llegó de Ecuador con su familia se dio cuenta de lo mucho que le gustaba España y sus gentes, y decidió ponerse a estudiar para labrarse un buen futuro. Siempre le habían dicho que era un alumno ejemplar, aunque alguna que otra vez dejó de ir a clase para jugar al futbol con sus amigos, pero sus límites y motivaciones se imponían cuando pensaba en su hermana y en el futuro, porque quería ante todo ayudar a su familia.


La masacre que ocurrió aquel día no nos entristece por la cifra de muertos, porque las cifras no duelen por ser elevadas, duelen porque detrás de cada número: 78, 103, 14... hay una persona, un ser humano que tiene familia, sueños, ilusiones, y es asesinada de la manera más cobarde y cruel, un atentado.

Aquel día el mundo se paró.

Los hijos perdieron a sus padres.

Los padres perdieron a sus hijos.

Los hermanos perdieron a sus hermanos.

Los amigos a los amigos.

Han pasado cuatro años pero las heridas tardan mucho más tiempo en curarse.


Por ellos.

Por todas las víctimas del 11 de marzo.


[Y por todos los que a diario mueren en Irak, en Israel y Palestina, en los atentados terroristas a nivel mundial, por la violencia de género, etc... porque por desgracia el mundo no sabe solucionar los problemas de otra forma.]

1 comentario:

Ignacio dijo...

Yo siempre he relacionado, quizá porque lo viví con plena conciencia, lo que ocurrió el día 11 de septiembre en Nueva York con los atentados de Madrid. Recuerdo que sentí lo de Nueva York como algo lejano, dentro de su tragedia. Pero tener esa sensación en el estómago conforme se conocían las cifras de fallecidos en Madrid, es algo que no se puede explicar.

Aquel día sí me di verdadera cuenta, como tú bien dices, de que detrás de cada cifra hay personas como las de tu relato.

Me ha gustado mucho tu homenaje en una fecha tan especial. Sigue así, que como dice Andrés, es una lástima que haya pocas personas como tú.

Un abrazo muy fuerte.