viernes, 2 de enero de 2009

La nieta del impresor (*)

Como cada vez que me apetece escribir, me he acercado a la imprenta y he abierto la puerta de metal que da a la calle. Cuando he entrado, sentía algo diferente en ella. Las máquinas funcionaban como siempre, como movidas por fantasmas y el olor a tinta se extendía como fragancia fresca por toda la sala. El tracatrá...tracatrá sonaba en todos los rincones.
Los cojines del suelo seguían como la última vez, revueltos. Las ventanas filtraban los rayos de sol que iban a reflejarse en las baldosas que quedaban al descubierto. Las estanterías llenas de libros me observaban, esperando que las mirase para poderme sonreír entrecerrando los ojos y decirme "bienvenida", de tal modo, que con ese reconfortante comienzo mi cabeza despertase y comenzase a crear.
Pero algo me impedía ponerme manos a la obra. Sentía que alguien se había colado aquí dentro y se ocultaba en alguna parte.
Como si se tratase de una partida al escondite, jugué con esa presencia y la busqué bajo los periódicos, entre las columnas de artículos, revolví entre las letras de metal e incluso en los armarios donde se guardan los papeles.
Nada...sólo tracatrá...tracatrá...
Algo decepcionada volví a mi rincón, donde había dejado un trozo de papel y mi pluma.
Me senté y, al ir a cogerla, me di cuenta de que estaba destapada. ¡Y qué sorpresa cuando vi que habían escrito en mi folio!
Y mi corazón aumento dos veces su tamaño cuando comencé a leer.

"El impresor siempre velará porque sus nietas tengan un lugar donde retirarse a leer o soñar, cuando fuera sea demasiado difícil vivir de ilusiones. Desde aquí no puedo pasarte bajo la mesa trozos de pan, pero si miras al trigo bailando, seré yo quien lo mueva soplando. Cada vez que llueva, te estaré diciendo que sigas prefiriendo sentirte viva a estar viva y cada vez que toques cualquier artilugio que sirva para escribir, me devolverás, durante segundos, un poquito de vida.
Estoy orgulloso de veros reír, de ser un recuerdo feliz. Quizás mi nombre no ocupe un lugar en las enciclopedias, de esas que yo mismo hice y edité, pero me basta y me sobra con veros crecer, pues mi inmortalidad es vuestra presencia. Cuando veas una cigüeña pasar, saluda, porque sobre ella estaré cabalgando invisible. Manteneos unidos, porque eso es lo que más feliz me puede hacer."


Y enjugándome las lágrimas sonreí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias mi niña.
M. Angeles

Victor Abarca Ramos dijo...

sonrie pequeña, sonríe que es lo único que tenemos en la vida.
ese momento altanero que es la felicidad. la felicidad de una persona en la vida es solo un segundo: cuando realmente te sientes desligado de la vida y sonries. cuando estás agusto contigo mismo y con los demás. sonríe, solo tenemos eso.