miércoles, 5 de diciembre de 2007

"Donde ya comprendí que junto a ti el mundo es un lugar para soñar"

"¿Confías en mí?"
Asintiendo agarré tu mano y volé junto a ti encima de esa alfombra mágica que llamamos vida. El viento en mi cara, las nubes en mis manos y ninguna canción que hablase de mundos ideales porque la noche y su silencio eran demasiado mágicos para quebrarlos con nuestra voz. Si me hablabas, lo hacías susurrando junto a mi cuello para no despertar a las ninfas del río ni a las motas de luz que, temerosas de la oscuridad, se escondían entre mis cabellos y desde allí mecían sus cuerpos hipnotizadas con el brillo de tu mirada, al igual que yo. Y cuando el frío alargaba sus delgados brazos e intentaba dibujar, con su dedo, bajo mi piel una espiral de escalofríos, la brigada de tus brazos avanzaba hacia la batalla y con valor ganaba al bando del hielo, mientras mi cuerpo entumecido se inundaba de una oleada de protección, tan cálida y acogedora como un rayo de sol secuestrado en el fondo de una botella. Entonces, sentada junto a ti, me sentía la mujer más feliz y más bella de la historia y los impresores del tiempo, pequeños hombrecillos grises que viven bajo el suelo, encendían ansiosos sus imprentas y escribían con tinta y papel cada instante que tú y yo inventábamos, para grabarlo en la eternidad.
Cada beso que te di selló un momento que jamás podría borrarse, quedaría eterno por siempre en la memoria del aire.
"¿Confías en mí?" No me lo preguntes, sabes perfectamente que sí, y con un abrazo fundí mi alma contigo, grabando en las líneas de mis manos tu nombre.

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