lunes, 17 de diciembre de 2007

Invierno


Mis pies descalzos sobre la nieve,
y la suavidad de los rayos de luz que mis cabellos mueven,
mientras un abrazo, precediendo a un alud, sobre mí se cierne
anterior al ocaso del sol de diciembre.

La quietud se respira sobre el manto blanco,
la ciudad hiberna tras convertirse en harina las lágrimas de llanto,
las estrellas despiertan cuando las anjanas inician su canto,
la ciudad sólo es pequeña si se mira desde lo alto.

Una parada en el tiempo que congela aquello que nunca fui,
una vereda desconocida delante invitándome a seguir,
en este instante un lucero que brilla, ahora soy sólo lo que hay en mí,
mirada ausente en este paraje ante un futuro que ha de venir.



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